sábado, 11 de febrero de 2017

MI TRIGÉSIMO SEGUNDA CATEQUESIS DE CONFIRMACIÓN.

LA ORACIÓN DE LA RANA. 243.
  
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Un día le dijeron los discípulos a Baal Sem: "Dinos, querido rabino, cómo hemos de servir a Dios".

          Y él respondió: "¿Cómo voy a saberlo yo...? Y a continuación les contó la siguiente historia:

          "Un rey tenía dos amigos que resultaron culpables de un crimen y fueron condenados a muerte. Y, a pesar de que los amaba, el rey no se atrevió a concederles abiertamente el indulto, por temor a dar un mal ejemplo al pueblo. De modo que decidió que se tendiera una cuerda de un lado a otro de un profundo abismo y que cada uno de los dos hombres tratara de pasar por ella: quien lo consiguiera obtendría la libertad; y quien cayera abajo encontraría la muerte. El primero de los dos consiguió atravesar sin mayores problemas. El otro, entonces, le gritó desde el otro lado: "¡Amigo, dime cómo lo has hecho!" Y el primero le respondió: "¿Y cómo voy a saberlo? ¡Lo único que he hecho ha sido que, cuando me escoraba hacia un lado, trataba de inclinarme hacia el lado contrario!".

           No aprendas a montar en bicicleta en un aula.


El seguimiento de Pedro: La misión como pastoreo.


(Jn 21, 15-23)
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15. Cuando acabaron de almorzar, le preguntó Jesús a Simón Pedro:
- Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?
Le respondió:
- Señor, sí; tú sabes que te quiero.
Le dijo:
- Apacienta mis corderos.
16. Le preguntó de nuevo, por segunda vez:
- Simón de Juan, ¿me amas?
Le respondió:
- Señor, sí; tú sabes que te quiero.
Le dijo:
- Pastorea mis ovejas.
17. La tercera vez le preguntó:
- Simón de Juan, ¿me quieres?
Pedro se puso triste porque la tercera vez le había preguntado: “¿Me quieres?”, y le respondió:
- Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.
Le dijo:
- Apacienta mis ovejas.
18. Sí, te lo aseguro: Cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás los brazos y otro te pondrá el cinturón para llevarte adonde no quieres.
19. Esto lo dijo indicando con qué clase de muerte iba a manifestar la gloria de Dios.
Y dicho esto, añadió:
-Sígueme.
20. Al volverse, Pedro vio al discípulo predilecto de Jesús, que iba siguiendo, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: “Señor, ¿quién es el que te va a entregar?”
21. Pedro, entonces, al verlo, le preguntó a Jesús:
- Señor, y éste, ¿qué?
22. Le respondió Jesús:
- Y si quiero que se quede mientras sigo viniendo, ¿a ti que te importa? Tú sígueme a mí.
23. De ahí que se corriera la voz entre los hermanos de que el discípulo aquel no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: “Si quiero que se quede mientras sigo viniendo, ¿a ti qué te importa?”

EXPLICACIÓN.

15-23. En el episodio anterior (21,7), Jesús no se ha hecho eco del gesto de Pedro. Terminada la comida se dirige a él (cf. 20,27, con Tomás) (15). Evita que el problema personal interfiera en su contacto con la comunidad. Iniciativa de Jesús (le preguntó). Simón de Juan. Cf. 1,42. Ha pretendido destacarse del grupo ostentando ser el primero en la adhesión a Jesús (13,37). La pregunta (¿me amas más que éstos?), enfrenta a Pedro con su actitud, en presencia de los demás. Después de sus negaciones, Pedro evita toda comparación; te quiero, amor de amigo, en lugar de “te amo”, amor de identificación. Se remite al conocimiento de Jesús (tú sabes). Apacentar, procurar alimento, que, como el que da Jesús, es el don de la propia persona (14,15.21); corderos, los pequeños; ovejas, los grandes: totalidad del rebaño.
Segunda pregunta (16), más breve e incisiva: si realmente está identificado con él y lo toma por modelo, renunciando a todo otro ideal de Mesías. Igual respuesta de Pedro. Pastorear, dar la vida por las ovejas, como hace el pastor modelo (10,11); disposición propia de todo discípulo.
La tercera vez (17) recuerda la triple negación. Pedro había profesado dos veces ser amigo de Jesús (“tú sabes que te quiero”); “ser amigo”; renunciar a la idea de un Mesías de poder (18,10), a la relación de inferior a superior (13,6-8), al trabajo como siervo o asalariado (15,15). Se puso triste: Jesús parece desconfiar de sus afirmaciones anteriores y le hace recordar su obstinación (Pedro/Piedra). Tú lo sabes todo, nueva rectificación (cf. 13,37s). Apacienta mis ovejas sintetiza los dos encargos anteriores.
Pedro dará la vida en la cruz, como Jesús (18-19). Así se asociará hasta el final a su misión de pastor. Cuando era joven, actuaba a su arbitrio, sin objetivo (ibas adonde querías); desde ahora tendrá que ser coherente con el seguimiento, aunque le cueste (adonde no quieres).
Jesús lo invita a comenzar el seguimiento (cf. 13,36). Es la invitación que hizo a Felipe al principio del Evangelio (1,43); Pedro tiene que volver a los principios y aprender todo lo que no había aprendido. Pedro se vuelve, para comenzar su seguimiento, y ve al que nunca ha dejado de seguir a Jesús. Reacción (21): inseguro, quiere saber qué será del otro, para imitarlo y no desviarse. No importa lo que pase con el otro (22); la ruta de cada uno es independiente; mientras sigo viniendo, haciéndose presente en la comunidad, hasta que acabe la creación de la humanidad (20,17). No hay más modelo que Jesús ni más camino que el suyo (Tú sígueme a mí). El Espíritu identifica con él. Se deshace un equívoco (23). Hermanos, apelativo de los cristianos.

SÍNTESIS.

La mentalidad tipificada por Pedro, la del Mesías/la Iglesia de poder es el gran obstáculo para el seguimiento; considera a Jesús un líder a quien se presta una adhesión independiente de la comunidad y del mundo. Libertad y responsabilidad del discípulo en el seguimiento. Vínculo personal de amistad con Jesús. Cada cual ha de recorrer su propio camino y asumir su propia responsabilidad. La presencia de Jesús está asegurada.

domingo, 29 de enero de 2017

MI TRIGÉSIMO PRIMERA CATEQUESIS DE CONFIRMACIÓN.

UN MINUTO PARA EL ABSURDO: 88.
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"Soy un hombre rico, pero muy desdichado...
¿puedes decirme por qué?

"Porque empleas demasiado tiempo en hacer dinero,
y demasiado poco en practicar el amor", le respondió el Maestro.


ÁMBITO UNIVERSAL DEL ISRAEL MESIÁNICO. CURA A UN LEPROSO. Mt 8,2-4.
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                    2 En esto se le acercó un leproso, y se puso a suplicarle:
                    - Señor, si quieres puedes limpiarme.
                    3 Extendió la mano y lo tocó diciendo:
                    - ¡Quiero, queda limpio!
                    Y enseguida quedó limpio de la lepra.
                    4 Jesús le dijo:
                    - Cuidado con decírselo a nadie; al contrario, ve a presentarte al sacerdote y ofrece el donativo que mandó Moisés como prueba contra ellos.

EL LEPROSO.
(Mc 1,39-45 Par.)

En el Evangelio de Marcos (1,39-45) y, paralelamente, en los de Mateo (8,2-4) y Lucas (5,12-16) aparece la figura de un leproso que se acerca a Jesús y le pide que “lo limpie”. Para dilucidar a quién representa el leproso seguimos el relato de Marcos.

Hay que considerar en primer lugar el contexto en que aparece el enfermo y se realiza el hecho. Jesús ha terminado una gira por toda Galilea, proclamando la cercanía del reinado de Dios (1,39; cf. 1,14s). El episodio del leproso aparece así como el colofón de la actividad itinerante de Jesús en Galilea. Si se piensa en la circunstancia, es extraño que sólo se le acerque un enfermo. Se esperaría que, como en otras ocasiones, acudiese a él o le llevasen una multitud de enfermos (1,32-34; 3,7-12; 6,54-56). El hecho de que sea solamente uno, que se presente a Jesús por propia iniciativa, y precisamente al final de su actividad, hace sospechar que se trate de una figura creada por Marcos para indicar cuál fue el problema más grave encontrado por Jesús en Galilea, cuando iba proclamando en las sinagogas.
En Israel, por otra parte, el leproso era el caso extremo y el prototipo de la marginación religiosa y social (Lv 13,45s). Declarar injusta la marginación del leproso significa denunciar toda marginación.
Porque no se trata de una simple curación; de hecho, esta palabra no aparece en toda la perícopase habla en ella de “limpiar/purificar”El episodio expone en realidad un principio general que atañe a todo marginado religiosamente. Lo indica Marcos con la expresión: “[Jesús], conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Quiero, queda limpio” (1,41).
El verbo “conmoverse” es exclusivo de Dios en el AT y en el judaísmo. Al atribuir a Jesús el sentimiento de Dios y afirmar que, con tal de “limpiar” al leproso, lo tocó, violando la Ley (Lv 5,3; cf. Nm 5,2), Marcos está declarando que la marginación, aunque pretenda respaldarse con la Ley divina, no procede de Dios, sino que es cosa impuesta por los hombres (1,44: “lo que prescribió Moisés”; cf. Lv 14,1-32); en consecuencia, es inadmisible e injustificable marginar a alguien en nombre de Dios.


El leproso resulta ser, por tanto, el prototipo del marginado, el representante de todos los que, en nombre de la ley religiosa, eran marginados de la sociedad judía.

                   UNA REFLEXIÓN FINAL.

La lepra, instrumento de castigo de Dios para con los culpables, era temida como una maldición divina (Nm 12,9-12; 2 Re 15,5). El leproso era considerado como un "aborto que sale del vientre, con la mitad de la carne comida" (Nm 12,12). 

Rápidamente reconocibles, pues debían llevar las vestiduras rasgadas y gritar: "¡Inmundo! ¡inmundo! (Lv 13,45), los leprosos vivían separados de la sociedad y no podían acercarse a nadie ni nadie podía acercarse a ellos. 

Equiparados a los cadáveres, su curación era considerada tan imposible como la resurrección de un muerto (2 Re 5,7). A lo largo de la Biblia se conocen solamente dos curaciones de leprosos: la de María, hermana de Moisés, llevada a cabo por Dios (Nm 12,9-15), y la del Naamán el sirio realizada por el profeta Eliseo (2 Re 5,1-14). 

La situación de los leprosos era de desesperanza, porque sólo Dios podía quitarles la lepra, pero la Ley enseñaba que, sólo tras ser purificados, podían dirigirse a Dios. Y para ello debían subir al templo de Jerusalén donde les esperaban cuarenta latigazos si se aventuraban a entrar (Kel. Tos. 1,8). 

Pero si el acceso al Dios del templo está prohibido, siempre es posible acceder al Dios que se manifiesta en el hombre Jesús.

Y un leproso, transgrediendo la Ley que le prohibía todo contacto humano, toma la iniciativa, se acerca a Jesús y le pide: "Señor, si quieres, tu puedes purificarme". 

El leproso no pide ser curado de la lepra, sino ser purificado, esto es, que se le quite aquella impureza que le impide dirigirse a Dios, el único que habría podido curarlo de la terrible enfermedad (la curación de la lepra no bastaría, sin embargo, para volver puro al hombre). 

El evangelista subraya este propósito, omitiendo en la narración términos como curación o curar, poniendo en evidencia el carácter religioso de la petición de purificación. 

En el único caso de curación, narrado por la Biblia, llevada a cabo por un individuo, el profeta Elíseo, verdadero hombre de Dios, para respetar la ley rechaza todo contacto con el leproso a quien no quiere ni ver, curándolo a distancia (2Re 5,10). 

Jesús, por el contrario, no huye del leproso, sino que transgrediendo la Ley (Nm 5,1-4), "extendíó la mano y lo tocó" (Mt 8,3). "Extender la mano" es la expresión con la que se describe la acción líberadora de Dios y de Moisés en las diez plagas: «Yo extenderé la mano y heriré a Egipto» 
(Ex 3,20). «Extiende tu mano sobre Egipto, haz que la langosta invada el país» (Ex 10,12). 

Si este gesto provoca destrucción y muerte, la acción de Jesús se realiza para restituir la vida: "Quiero, queda limpio» (Mt 8,3). 

A la petición del leproso "si quieres, puedes limpiarme", el Señor no responde "puedo", sino "quiero": por primera vez, demuestra Jesús que el designio de Dios, ya anunciado en el "Padre nuestro" (Mt 6,10), es la eliminación de cualquier barrera que impida a su amor alcanzar a todos los hombres para darles la posibilidad de llegar a ser hijos suyos. 

Jesús, el Dios con nosotros (Mt 1,23), revela la falsedad de una legislación que pretendía provenir de Dios y que enseñaba que era necesario ser puro para acercarse a él. Jesús demuestra que la acogida del amor de Dios es la que hace puros: y en seguida quedó limpio de la lepra. (Mt 8,3). 

Y con la lepra se deshace también la enseñanza de los escribas basada en la discriminación entre los hombres en nombre de Dios; el Señor dirige su amor ("queda limpio") también al individuo que se consideraba castigado por Dios. 

Jesús no rehabilita al hombre por sus méritos, sino gratuítamente, como don del amor de Dios. 

No así los sacerdotes del templo que especulan con los sufrimientos humanos y cobran comisiones por cualquier cosa. 
De hecho los sacerdotes tenían el poder de declarar curado a un leproso o no, y de permitirle su reinserción en la sociedad (Lv 14,1-32). 

Este precioso certificado de curación realizada era concedido mediante la extorsión (que los sacerdotes llamaban "ofrecirniento") de "dos corderos sin defecto, una cordera añal sin defecto, doce litros de flor de harina de ofrenda, amasada con aceite y un cuarto de litro de aceite" (Lv 14,10). 

Impuesto sobre la salud que intentó cobrar también Guejazí. Este, criado de Eliseo, pensó sacar algo de la acción del profeta, que había curado gratuitamente al leproso y, una vez sano, "porfió a Naamán, hasta que le metió en dos costales seis arrobas de plata con dos mudas de ropa, que entregó a un par de esclavos para que se los llevasen" (2 Re 5,23). La codicia del criado sería severamente castigada: "-Que la enfermedad de Naamán se te pegue a ti y a tus descendientes para siempre", le dijo Eliseo (2Re 5,27). 

Como el profeta Elíseo, Jesús cura gratuitamente al leproso, y ahora lo envía al sacerdote para "ofrecer el donativo que mandó Moisés como prueba contra ellos" (Mt 8,4). 

No es un respetuoso obsequio de Jesús a la legislación (que él mismo ha transgredído), sino una invitación tendente a hacer tomar conciencia al leproso y a los sacerdotes de la novedad de la buena noticia de Dios. 

La prueba que Jesús envía a los sacerdotes es que Dios actúa al contrario de ellos (sus jefes juzgan por soborno, sus sacerdotes predican a sueldo, sus profetas adivinan por dinero", Mi 3,11), y el hombre es invitado a experimentar la diferencia entre el don gratuito del Dios de Jesús y la avaricia del insaciable Dios de los sacerdotes.


sábado, 21 de enero de 2017

MI TRIGÉSIMA CATEQUESIS DE CONFIRMACIÓN.

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Anthony de Mello: "Un minuto para el absurdo nº7".

El Maestro,
que era alérgico a las ideologías,
dijo en cierta ocasión:

"En una guerra de ideas,
las víctimas son siempre personas".

Y más tarde explicaría: 
"La gente mata por dinero o por poder.
Pero los más implacables asesinos son
los que matan por sus ideas".


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TRAVESÍA. LA TEMPESTAD. EL IMPEDIMENTO PARA LA MISIÓN. Mc 4,35-5,1

(Mt 8,23-27; Lc 8,22-25)

35 Aquel día, caída ya la tarde, les dijo:
-Crucemos al otro lado.
36Dejando a la multitud, se lo llevaron tal como estaba, en la barca, aunque otras barcas estaban con él. 37Sobrevino un fuerte torbellino de viento; las olas se abalanzaban contra la barca, y la barca empezaba ya a llenarse; 38él se había puesto en la popa, sobre el cabezal, a dormir. Lo despertaron y le dijeron:
-Maestro, ¿no te importa que perezcamos?
39Una vez despierto, conminó al viento diciéndole al mar:
-¡Silencio,  estate callado!
Cesó el viento y sobrevino una gran calma.
40Él les dijo:
-¿Por qué sois cobardes? ¿Aún no tenéis fe?
41Les entró un miedo atroz y se decían unos a otros:
-Pero entonces, ¿quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?
5 1Y llegó al otro lado, al país de los gerasenos.

EXPLICACIÓN.

4,35-5,1. Episodio central de la segunda sección: Travesía a país pagano (35). Los discípulos (cf. v. 38: Maestro) secuestran a Jesús, impidiendo que los seguidores no israelitas (otras barcas) se asocien a la misión. Quieren que ésta se desarrolle según las categorías del: judaísmo (superioridad de Israel) (36). Éste es el mal espíritu (torbellino de viento) que pone en peligro la misión y el grupo (la barca) (37). Jesús se echa a dormir (= no se deja sentir su presencia; el episodio anticipa una praxis pospascual de misión; cf. v. 35: aquel día, como en 2,20, de la muerte de Jesús). Reproche de los discípulos (38). Jesús increpa al viento como a un espíritu inmundo (cf. 1,25; «silencio»: alusión al espíritu fariseo, cf. 3,4) (39). Reprocha a los discípulos su miedo, que nace de su falta de adhesión/fe (40). Dominar el mar era propio de Dios (Sal 107,29s); no entienden al Hombre-Dios: sienten miedo del poder de Jesús, temiendo represalias por su conducta anterior (41).

sábado, 14 de enero de 2017

MI VIGÉSIMO NOVENA CATEQUESIS DE CONFIRMACIÓN.

EL ELEFANTE ENCADENADO.


JORGE BUCAY.
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Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enrome bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía en la sabiduría de los grandes.

Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...

Resultado de imagen de cristianismo no es una religion¿Es el cristianismo una religión?

Para no caer en la trampa terminológica, procederemos en la respuesta exponiendo algunso rasgos convenciones de la concepción "religiosa" y veremos si se verifican en el cristianismo. Si no fuera así, habrá que reconocer que el cristianismo no puede alinearse con las religiones y que si se mantiene tal nombre para ellas, hay que buscar uno nuevo para el fenómeno cristiano. Los rasgos "religiosos" que exponemos son esquemáticos y pueden verificarse en mayor o menor grado en las religiones concretas.

La incompatibilidad entre fe cristiana y "religión" puede establecerse también basándose en el Nuevo Testamento. San Pablo tuvo que enfrentarse con dos religiosidades que amenazaban a las comunidades cristianas: una, la religiosidad judía, encarnada en las observancias de la Ley (Gál 4,1-11); otra, las prácticas de austeridad y de culto a los ángeles de ciertos sincretismos paganos (Col 2,16-22); ambas son calificadas de "elementos del mundo", es decir, de estadio rudimentario y elemental, que describe como "cárcel", "infancia bajo tutela", "minoría de edad", "rudimentos sin eficacia ni contenido" (Gál 3,23-24; 4,1-2.9), "preceptos y enseñanzas humanas sin valor alguno" (Col 2,22-23). Las dos religiosidades a que alude, judía y pagana, pertenecían, según él, a la infancia o menor edad del mundo. En los evangelios nunca recomienda Cristo observancias rituales; cuando se enfrenta con ellas es para derogarlas (sábado, Mt 12; purificaciones, Mt 15).

No fue el contenido de la fe el que suscitó la oposición de los paganos, acostumbrados a los credos más extraños; fue la ausencia de toda característica "religiosa" la que los llevó a acusar a los cristianos de ateísmo (Justino, Apología I, 6,1; Atenágoras, Intercesión en favor de los cristianos, 5ss). El cristianismo, que caracía de templos, casta sacerdotal, rituales y observancias, aparecía como un fenómeno inasimilable para las categorías "religiosas".

No se puede negar que en las religiones antiguas existía un elemento válido: la aspiración del hombre a entrar en contacto con la divinidad. Pero éste deformó su intuición y experiencia de Dios; el "Gigante Sonriente", que era aquella realidad fascinadora y tremenda, se va cargando de connotaciones cada vez más terribles; el hombre no cree en la sonrisa divina, sino solo en la fuerza y el poder. Proyecta en Dios su malaventurado afán de dominio, haciendo de él un déspota que en algunas religiones exige sacrificios humanos. Concibe un Dios envidioso de su alegría y se fabrica prohibiciones y tabúes; lo identifica con los fenómenos escalofriantes de la naturaleza, como el rayo o la tempestad, o con los misteriosos, como la fertilidad. Vuelca en Dios toda su miseria psicológica, su bajeza, su desprecio de sí mismo, su insuficiencia; descarga en él su masoquismo y su crueldad, la culpabilidad que lo roe; inventa la propia tortura en nombre de Dios.

Para tener contento a ese dios terrible inventa rituales, observancias y expiaciones; instituye, para mantenerlos, castas sacerdotales de iniciados en los secretos divinos, que pronto se erigen en detentadoras de poder. De igual modo, los despotismos políticos apelan a la voluntad de los dioses y la "religión" los justifica y consolida.

El hombre se ve abrumado y sin esperanza. Para empezar su obra liberadora elige Dios un pueblo y, en medio del aparato religioso que todavía conserva, le infiltra una fe vigorosa. Con guerras, profetas o destierro lo mantiene en vilo para evitar que lo religioso deforme de nuevo el rostro divino.

Cuando llega el momento, Dios quiere revelar su verdadera faz, y para mostrar su sonrisa, sin que su estatura espante, se presenta en el mundo como un hombre cualquiera. Cristo indica a la humanidad enferma el camino de la vida plena, revelando que Dios es amor y que la salud del hombre consiste en amar a imitación de Dios. Muestra que el camino fabricado por el hombre para acercarse a Dios lo desviaba, y colma la aspiración de la humanidad entera, limpiando la fe de su envoltura religiosa: declara caducado el cúmulo de observancias, ritos y prohibiciones que impedían la integración y el desarrollo del hombre.

En los párrafos que siguen el término "religión", como contradistinto de "fe", significa el miedo a Dios, que prolifera en una hojarasca de obligaciones, ansiedades y escrúpulos. Este sentido era común en la palabra latina religio: metus divini numinis, "ritual", "escrupulosidad meticulosa", hasta el punto de que términos como "formido" y "pavor" se usaban como sinónimos de religio.

Los dos enemigos de Dios en la Pasión de Cristo son la "religión" (fariseos observantes y saduceos poderosos) y el poder político doblegado por ella. A tal punto había llegado la asfixia de la fe que los profesionales de la "religión" no reconocieron el rostro del Dios a quien pretendían servir. Cristo libera la fe y la hace posible, podando toda excrecencia dañina.

En primer lugar, la religión se proponía llegar hasta Dios; para ello era condición indispensable hacer a Dios prospicio, con prácticas ascéticas, con el ejercicio de las virtudes o con ritos purificadores. En una palabra: la religión intentaba sacar al hombre de su estado de pecado, es decir, de su alienación respecto a Dios y a sí mismo, para alcanzar la amistad con la divinidad. La emprsa resultaba imposible, a juzgar por la incesante repetición de ritos expiatorios que delataba lo vano de la tentativa, por el fracaso de la observancia farisea y por el pesimismo de la religión griega, que, desesperada, consideró al hombre un juguete de los dioses. Aun los espíritus más selectos, como Platón o Aristóteles, no llegaron a estrablecer una relación personal entre el hombre y Dios, ni siquiera en la vida inmortal del alma.

Según este aspecto, la religión se acabó en el Calvario. Allí Dios reconcilió consigo al mundo. Si el hombre no podía llegar hasta Dios, podía él acercarse al hombre, y lo hizo. El problema del Dios propicio había terminado.

El Antiguo Testamento registra numerosos casos de hombres e incluso de un pueblo a quien Dios se acercó; y, sin duda, hizo lo mismo en la larga historia humana con otros individuos de otras culturas y religiones. Pero si Dios amaba de verdad a su creación, hacía falta una reconciliación del género humano como tal, no de algunos individuos solamente. Dios había de ponerse al alcance de todo hombre.

Dios reconcilió consigo al mundo por medio de Cristo, cuando el mundo era pecador, cuando no sabía nada de tal reconciliación y en cuanto la conocía se oponía a ella. El esfuerzo "religioso" por llegar hasta Dios ha perdido su objetivo, pues Dios está cerca. Así aparece en la proclamación de Jesús: "El reinado de Dios está cerca", hecho que no dependía del querer del hombre ni era fruto de sus ritos expiatorios, sino de un acto libre de Dios. El hombre necesita sólo salir al encuentro de esa cercanía y responder a su llamada con la fe: "Creed la buena noticia" (Mc 1,15). La puerta está abierta, la expiación realizada, los sacrificios superados, la "religión" desocupada.

sábado, 17 de diciembre de 2016

MI VIGÉSIMO OCTAVA CATEQUESIS DE CONFIRMACIÓN.

FRASES.Resultado de imagen de personas que aman a otras personas

1 FRASE.
Cuantos ponen por amor su propia vida al servicio de otros experimentan constantemente la presencia de Jesús en su existencia, sin tener necesidad de experiencias extraordinarias. Alberto Maggi.

2 FRASE.
La verdadera diferencia religiosa      no es la diferencia entre quienes dan culto y quienes no lo dan, sino entre quienes aman y quienes no aman. Miguel Ángel Ortega.

3 FRASE.
1 Jn 4,7-8. 
 7Amigos míos, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. 8El que no ama no tiene ni idea de Dios, porque Dios es amor.

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Religión o vida.
Cristo no delimita un sector de la existencia para dedicarlo a Dios, pide la existencia entera. La moral es el modo de vivir, y ése es también el testimonio y el culto. Cristo muestra la posibilidad de un nuevo modo de vida, sin sacar al hombre de su marco histórico, pero cambiando su actitud. No crea una nueva historia, da meta e impulso a la única historia. Si la ruta en el tiempo de los grupos cristianos se llama historia de la Iglesia, la ruta de la humanidad entera debería llamarse historia del reino de Dios, y en ella es donde operan los cristianos. Religión se refiere a ciertas actividades, vida es la existencia global; y la vida cristiana es vida humana orientada al bien de los demás y al testimonio en el mundo del amor de Dios. Toda manifestación del hombre, desde la política hasta el arte y el trabajo, entra en la esfera cristiana.

Por eso la revelación de Cristo no es para san Juan una doctrina superior ni una enseñanza conceptual sobre Dios y el hombre; no se percibe tampoco únicamente con las herramientas intelectuales: "Lo que oímos, lo que vieron nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos... porque Vida se manifestó y nosotros la vimos, damos testimonio y os anunciamos la Vida eterna que estaba de cara al Padre y se nos manifestó" (1 Jn 1,1-2).

Esa vida, que es eterna, viene a realzar, a dinamizar y a dar permanencia a toda la vida del hombre.

Si se quiere agudizar el contraste, cabe decir que Cristo llama a la vida y la hace posible; lo de antes era muerte, fundado como estaba en el odio y la rivalidad, en la alienación y la ruptura. El propósito de Dios en Cristo es que el hombre lo sea plenamente, en todas sus dimensiones. Dios no se equivocó en su primera creación, no tiene por qué corregirla, pero quiere llevarla a plenitud, dando la salud al mundo, para que tenga vida y le rebose (Jn 10,10). No postula prácticas, observancias u homenajes; si el hombre es libre, responsable, solidario, servicial, sincero, eso es lo que Dios quiere.Para ello le da su Espíritu que lo lleva adelante. Algunos, los que él llame, reconocerán de dónde viene la ayuda y sabrán el nombre del dador; pero eso a Dios no le corre prisa, llegará en su momento. Lo que le interesa de verdad es que el hombre encuentre una vida humana en la relación fraterna con su semejante.

Es necesario que haya creyentes para empezar ese género de vida, para que sean levadura de la sociedad y también para que la energía de la fe impida que decaiga el empeño del amor; pero no hace falta que toda la humanidad sea cristiana, basta un catalizador en el mundo.

Supuesto el propósito de Dios, los que practican el amor del prójimo están más cerca del reino que los que sólo tienen fe religiosa e inactiva. El amor al prójimo es el que salva; así aparece en la escena del juicio. En cambio, quien sólo sabe decir: "Señor, Señor", pero no lo traduce en acciones, no será admitido.Resultado de imagen de dios amor

Si Dios es amor, únicamente quien ama se parece a él, y eso es lo que él espera. Todo el que practica el amor es hijo de Dios; aunque no lo sepa, lleva el parecido en la cara. El cristiano sabe además de quién es hijo, se lo ha enseñado el Hijo primogénito, el hermano mayor, que conoce al Padre y nos hablado de él (Jn 1,18; 3,32).

Por eso, ser cristiano es vivir de modo que el amor que Dios derrama en lo interior salga fuera y queme. Usando otra metáfora, es labor de acuñadores; el oro lo tenemos, Dios lo da. Hay que hacerlo moneda para irlo repartiendo. Algunos poseen el lingote sin saber de quién viene; hasta que lo acuñen y repartan, eso es lo que Dios pretende.

En consecuencia, es obligación del cristiano alabar a todo acuñador que encuentre y cooperar con él. Si se presenta la ocasión, podrá explicarle quién proporciona el oro, pero lo importante es que se distribuya; de llamar a la fe se encarga Dios. Además, los quilates del amor no se miden por la fe explícita; había uno que expulsaba demonios usando el nombre de Jesús, pero que no pertenecía a su grupo; los Zebedeos quisieron impedírselo, pero el Señor se opuso: "No se lo impidáis, quien no está en contra de vosotros está en favor vuestro" (Lc 9,49-50). No hay que interceptar el bien en nombre de la fe, que es la motivación consciente del amor mutuo. En todo caso, si alguien practica el amor desinteresado a los demás es porque Dios se lo ha dado, y Dios conoce los quilates de su oro.
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domingo, 11 de diciembre de 2016

MI VIGÉSIMO SÉPTIMA CATEQUESIS DE CONFIRMACIÓN.

ESTERILIDAD.

El Maestro detestaba con toda su alma las pláticas espirituales, que él denominaba "perlas de sabiduría".

"Pero, si son perlas, ¿por qué las desprecias?", le preguntaron sus discípulos.

"¿Habéis oído alguna vez que las perlas crezcan si se las planta en un campo?" fue la respuesta.

SE ANUNCIA EL NACIMIENTO DE JESÚS. Lc 1,26-38.
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26 A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea que se llamaba Nazaret,
27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
28 Entrando adonde estaba ella, el ángel le dijo:
- Alégrate, favorecida, el Señor está contigo.
29 Ella se turbó al oír estas palabras, preguntándose qué saludo era aquél.
30 El ángel le dijo:
- No temas, María, que Dios te ha concedido tu favor.
31 Mira, vas a concebir en tu seno y a dar a luz un hijo, y le pondrás de nombre Jesús.
32 Éste será grande, lo llamarán Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David su antepasado;
33 reinará para siempre en la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin.
34 María dijo al ángel:
-¿Cómo sucederá eso, si no vivo con un hombre?
35 El ángel le contestó:
- El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, al que va a nacer lo llamarán "Consagrado", "Hijo de Dios".
36 Y mira, también tu pariente Isabel, en su vejez, ha concebido un hijo, y la que decían que era estéril está ya de seis meses,
37 porque para Dios no hay nada imposible.
38 Respondió María:
- Aquí está la sierva del Señor; cúmplase en mi lo que has dicho.
Y el ángel la dejo.

EXPLICACIÓN.

La concepción de Juan estaba en paralelo con la de Isaac; la de Jesús lo está con la creación de Adán. Nace de Dios mismo y es principio de una nueva humanidad.

Nazaret (26), nunca nombrado en el AT: lugar no ligado a promesa o expectación mesiánica alguna; esta intervención divina no va a representar una continuidad con el pasado. Galilea, la provincia alejada del centro de la institución judía. La escena no se desarrolla en ambiente oficial: no en el templo, sino en una casa; su protagonista no es un sacerdote, sino una virgen (27) sin genealogía ni mención de observancia (cf. 1,6). Sentido teológico de la virginidad: la absoluta fidelidad a Dios (por oposición a la esposa "adúltera" o "prostituida", figuras del pueblo extraviado, cf. Os 2,4ss; Jr 3,6-13; Ez 16). María representa a "los pobres" de Israel, sin relieve social.
Saludo de alegría (cf. Zac 9,9; Sof 3,14), horizonte de salvación (28). Favorecida: la que goza del pleno favor divino; amor de Dios a los israelitas fieles; el Señor está contigo: fórmula usual en Lucas para indicar la solicitud de Dios por un determinado personaje (Lc 1,66; Hch 7,9; 10,38; 11,21; 18,10; cf. Dt 2,7; 20,1, etc). El saludo no provoca temor (cf. 1,12).
Te ha concedido un favor (30: cf. Gn 6,8; Jue 6,17, etc.); Dios miró a Israel con favor en el momento de su elección; la fidelidad de este Israel pobre le asegura ese favor en el presente. José, el descendiente de David (27), no tiene papel alguno en el plan anunciado por el ángel, Jesús (31) = Dios salva; será María quien imponga nombre a su hijo (cf. 1,13), es decir, éste continuará la línea de la madre, no la de José. Hijo del Altísimo (designación divina de alcance universal) (32), no de David, ni de otro padre humano; "ser hijo", no significa solamente nacer por obra de un padre, sino sobre todo heredar la tradición que éste transmite y tener por modelo de comportamiento al padre; no será David el modelo de Jesús; su mensaje vendrá directamente de Dios, su Padre, y sólo éste será modelo de su comportamiento. Grande, por su filiación divina (no sólo "a los ojos del Señor", cf. 1,15); lo llamarán, lo será y será reconocido por tal. David, su padre/antepasado; le corresponde la herencia de David (a través de José), pero el trono no lo obtendrá por pertenecer a su estirpe, sino por decisión de Dios (32; le dará, no "heredará"). En Jesús se cumplirá la promesa dinástica /2 Sm 7,12), pero no será el hijo/sucesor de David (Lc 20,41-44); sino algo completamente nuevo, aunque igualmente perpetuo (Dn 2,22; 7,14). La casa de Jacob (33), las doce tribus, el Israel escatológico.
María no pide pruebas (cf. 1,18), pregunta el modo como esto puede realizarse (34). No vivo con un hombre (lit. "no estoy conociendo varón"): el Israel fiel no espera vida/fecundidad de los hombres, ni siquiera de la línea davídica (José), sino sólo de Dios, aunque no sabe cómo.
Diferencia con Juan Bautista: éste recibe el Espíritu Santo antes de nacer (1,15); Jesús es concebido por obra del Espíritu, la fuerza creadora de Dios (35: fuerza del Altísimo). Te cubrirá con su sombra: se insinúa la idea de "la gloria de Dios" (Éx 40,38; "nube", presencia activa de Dios). La concepción, nuevo acto creador (Espíritu Santo): nace un nuevo Adán, comienza una nueva humanidad. Consagrado, Hijo de Dios, designaciones mesiánicas (Sal 2,7; Lc 4,34). El ángel añade una señal: la fecundidad de Isabel, vieja y estéril, es prueba de la fuerza creadora de Dios (36s).

María no es "una sierva", sino la sierva del Señor (38), representado al Israel fiel (Is 48,8.9.20; 49,3; Jr 46,27s). Su fe contrasta con la incredulidad de Zacarías (1,20).

ALEGRÍA.


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Característica de los tiempos mesiánicos (Is 51,3; 65,18s; Lc 1,14.28; 2,10; Mt 2,10; Jn 3,29), fruto del Espíritu Santo (Lc 10,21; Hch 13,52; Gál 5,22) y, como tal, rasgo de la vida cristiana (Flp 3,1; 4,4; 1 Tes 5,16); incluso la persecución es motivo de alegría (Mt 5,12; Lc 6,23; Hch 5,41; 2 Cor 7,4; Col 1,11.24; 1 Tes 1,6; Hch 10,34; 1 Pe 1,8; 4,13), por ser prueba de fidelidad a Jesús (Jn 15,18-20).

Señal de que Dios reina en el hombre (Rom 14,17) y don de Dios (Rom 15,13). Clima de la comunidad cristiana (Hch 11,23; Rom 15,32; 2 Cor 2,3; Flp 1,4.25; 2,17.18.29; 4,1; 1 Jn 1,4); es la alegría misma de Jesús (Jn 15,11; 17,13), diferente de la del mundo (Jn 16,20.22) y tiene por motivo la presencia de Jesús entre los suyos (Jn 16.22.24; 20,20; cf. Mt 28,9; Lc 24,41.52; Flp 3,1; 4,4).

La conversión de un pecador causa alegría en el cielo (Lc 15,7.19.32; cf. Mt 18,13). El encuentro con el reino de Dios produce alegría desbordante (Mt 13,44) y el Reino de DIos produce alegría desbordante (Mt 13,44) y el Reino futuro se compara a una fiesta (Mt 25, 21-23). A la alegría que proporciona el éxito ha de preferirse la de pertenecer al Reino (Lc 10,17.20). El apóstol coopera a la alegría de todos (2 Cor 1,24) y nada puede quitársela a Pablo (2 Cor 6,10). Esperanza y alegría (Rom 12,12; Heb 12,2).